Cuatro amigos fueron a cazar ciervos y tuvieron que dormir dos en una habitación.

Cuatro amigos fueron de cacería y tuvieron que dormir dos en una habitación. ¿El problema? Nadie quería compartir habitación con Daryl; sus ronquidos eran legendarios. Decidieron que no era justo que solo uno sufriera durante todo el viaje, así que acordaron turnarse.

La primera noche, el desafortunado le tocó a Jim. A la mañana siguiente, llegó al desayuno tambaleándose con el mismo aspecto que si se hubiera pasado la noche luchando contra un oso: el pelo alborotado, los ojos inyectados en sangre y las manos temblorosas.

“¿Qué te ha pasado?”, preguntaron los demás.

“Daryl ronca tan fuerte que me quedé despierto observándolo toda la noche”, se quejó Jim.

La segunda noche, fue el turno de Mike. Por la mañana, llegó al desayuno tambaleándose con un aspecto aún peor, como si hubiera envejecido diez años de la noche a la mañana.

“¿Estás bien, tío?”, preguntaron los demás, preocupados.

“¡Ese tipo hace temblar las paredes! No dormí ni un segundo; me quedé despierto observándolo toda la noche”.

Entonces llegó el turno de Frank. Frank era un exjugador de fútbol americano corpulento y fornido, duro como una roca, sin miedo a nada. A la mañana siguiente, llegó al desayuno con aspecto radiante, silbando una melodía alegre.

Los demás lo miraron boquiabiertos. “Espera… ¿qué ha pasado? ¿Cómo has descansado tanto?”,

sonrió Frank. “Bueno, nos preparamos para dormir, arropé a Daryl bien abrigado, le di una palmadita en el trasero y le di un besito de buenas noches”. Hizo

una pausa para darle un toque especial.

“Daryl se quedó despierto observándome toda la noche”.

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