

Una esposa le había estado pidiendo a su esposo que arreglara algunas cosas en la casa. Un día, se quejó: “Cariño, el césped está demasiado alto. ¿Puedes cortarlo?”.
El marido, con cara de frustración, respondió: “¿Qué te parezco? ¿Paisajista?”.
Al día siguiente, el lavabo empezó a gotear y ella le preguntó: “El grifo gotea, ¿puedes arreglarlo?”
Su respuesta, poniendo los ojos en blanco, fue: “¿Qué te parezco? ¿Un fontanero?”.
Dos días después, se fundió la bombilla de la cocina. Ella suspiró y preguntó: «Cariño, ¿puedes cambiar esta bombilla?».
Levantó las manos y se quejó: “¿Qué soy? ¿Un electricista?”
Días después, el esposo llegó a casa del trabajo y encontró el césped cortado, el grifo reparado y la bombilla cambiada. Sorprendido, preguntó: “¿Qué pasó aquí?”.
Su esposa, sonriendo, respondió: “Bueno, nuestro nuevo vecino vino y se encargó de todo”.
Curioso, preguntó: “¿Cómo le pagaste?”
Ella se encogió de hombros. «Me dio dos opciones: hacerle un pastel o acostarme con él».
Aliviado, el marido preguntó: “Bien, ¿qué tipo de pastel le preparaste?”
La esposa sonrió con suficiencia. “¿Qué te crees que soy, Betty Crocker?”
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