Harry era un sastre pobre cuya tienda estaba al lado de un restaurante de 2 estrellas.
Todos los días, para almorzar, Harry comía pan negro con arenque en el pequeño jardín de la parte trasera de su tienda. Siempre olía los deliciosos aromas que emanaban de la cocina del restaurante de al lado.
Un día, el restaurante le envió a Harry una factura. Harry fue a ver al gerente para preguntarle por qué.
El gerente respondió: “Estás disfrutando de mi comida, así que deberías pagarla”.
Harry se negó a pagar y el restaurante lo demandó. En la audiencia, el juez pidió al restaurante que presentara su versión de los hechos.
Dijeron: «Todos los días, este hombre viene y se sienta cerca de nuestra cocina y huele visiblemente nuestra comida mientras come la suya. Obviamente, estamos añadiendo valor a su comida barata y merecemos ser recompensados por ello».
El juez entonces le preguntó a Harry: “¿Y qué tienes que decir sobre eso?”
Harry no dijo nada, solo metió la mano en su bolsillo y hizo sonar las monedas que tenía dentro.
El juez le preguntó: ¿Qué significa eso?
Harry respondió: “Estoy pagando el olor de su comida con el sonido de mi dinero”.
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