

Un vaquero, recién llegado de Texas, entra a un bar en Montana y pide tres tazas de Bud.
Se dirige a un rincón y toma un sorbo de cada taza, una tras otra, por turno.
Una vez que termina, regresa a la barra y pide tres más.
Curioso, el camarero se le acerca y le dice: «Sabes, la cerveza se desinfla enseguida después de servirla. Quizás sepa mejor si pides una a la vez».
El vaquero sonríe y explica: «Bueno, la cosa es así. Tengo dos hermanos: uno en Arizona y el otro en Colorado. Cuando nos mudamos de Texas, prometimos que cada vez que bebiéramos, cada uno tendría una copa para el otro, igual que en casa. Así que bebo por mis hermanos y por mí».
El camarero asiente, impresionado por el sentimiento, y lo deja así.
El vaquero se convierte en un cliente habitual, pidiendo siempre tres cervezas y bebiéndolas por turnos.
Sin embargo, un día entra y sólo pide dos tazas.
Los clientes habituales, al notar el cambio, se quedan en silencio.
Cuando el vaquero regresa a la barra para su segunda ronda, el camarero se acerca con cautela y dice: «Siento mucho su pérdida. Solo quería darle el pésame».
El vaquero parece confundido por un segundo, luego se echa a reír. “¡Ay, no, nadie ha fallecido!”, dice entre risas.
Es solo que mi esposa y yo nos unimos a la Iglesia Bautista, así que tuve que dejar de beber. ¡Pero mis hermanos siguen fuertes!
¡¡JAJAJA!!
¡Espero que este chiste te haga sonreír! ¡Que tengas un buen día!
Un viejo vaquero pide tres deseos

Un viejo vaquero actual ha pasado muchos días cruzando el desierto sin agua.
Se arrastra por la arena, seguro de haber exhalado su último suspiro, cuando de repente ve un objeto que sobresale de la arena varios metros delante de él.
Se arrastra hacia el objeto, lo saca de la arena y descubre lo que parece un viejo maletín.
Lo abre y aparece un genio.
Pero este no es un genio cualquiera. Lleva una placa de la Oficina Australiana de Impuestos y un vestido gris apagado.
Hay una calculadora en su bolsillo.
Ella tiene un lápiz escondido detrás de una oreja.
—Bueno, viejo vaquero —dijo el genio—, ya sabes cómo trabajo. Tienes tres deseos.
“No voy a caer en esto”, dice el anciano.
“No voy a confiar en un genio auditor de la ATO”.
¿Qué tienes que perder? ¡No tienes transporte y parece que estás perdido de todas formas!
El anciano piensa en ello durante un minuto y decide que el genio tiene razón.
¡Shazam!
“Bueno, me gustaría estar en un oasis exuberante con mucha comida y bebida”.
¡Shazam!
El viejo vaquero se encuentra en el oasis más hermoso que jamás haya visto, rodeado de jarras de vino y bandejas de manjares.
Bien, muchacho, ¿cuál es tu segundo deseo?
“Mi segundo deseo es ser rico más allá de mis sueños más locos”.
¡Shazam!
El anciano está rodeado de cofres del tesoro llenos de raras monedas de oro y gemas preciosas.
—Bueno, vaquero, solo tienes un deseo. ¡Que sea bueno!
Después de unos minutos de pensar, el hombre dice.
“Deseo que, donde quiera que vaya, las mujeres hermosas me quieran y me necesiten”.
¡Shazam!
Se convierte en un tampón.
Moraleja de la historia
Si el gobierno te ofrece algo, habrá una condición.
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