Cuatro desconocidos se encontraron viajando juntos en el mismo compartimento de un tren europeo.

Cuatro desconocidos viajaban juntos en el mismo compartimento de un tren europeo: dos hombres y dos mujeres, todos frente a frente.

Una de ellas era una señora de 75 años, adinerada y sofisticada, ataviada con las pieles y joyas más finas. A su lado, se sentaba una hermosa joven de 19 años, con una presencia de modelo, como salida de una revista de moda. Frente a la señora mayor, se sentaba un hombre de unos cuarenta y tantos años, un sargento mayor condecorado del ejército. Y junto al sargento mayor, un joven soldado recién salido del campo de entrenamiento.

Mientras los cuatro charlaban de trivialidades durante el viaje, entraron repentinamente en un túnel sin luz, sumiendo el compartimento en una oscuridad y un silencio absolutos. Entonces, un beso nítido rompió el silencio, seguido de una fuerte bofetada que resonó por toda la cabina.

En el incómodo silencio que siguió, cada uno de los cuatro desconocidos se perdió en sus propios pensamientos:

La señora mayor pensó: «Qué maravilloso es que, incluso en esta época permisiva, todavía haya mujeres jóvenes con el suficiente respeto y dignidad como para evitar ese comportamiento».

La joven, desconcertada, se preguntó: «¿Por qué un hombre querría besar un viejo fósil como ese cuando yo estoy sentada aquí?».

El sargento mayor, frotándose la cara dolorida, estaba furioso. «¿Cómo se atreve alguien a pensar que intentaría dar un beso furtivo en la oscuridad? ¡Esto es más que ridículo!».

Mientras tanto, el joven soldado, con una sonrisa de oreja a oreja, pensó para sí mismo: «¡Qué mundo tan loco es este! ¡Donde un soldado puede besarse el dorso de la mano y luego abofetear a un sargento mayor en la cara y salirse con la suya!».

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