El marine comparte una habitación

Cuando un marine llegó a un pequeño pueblo, todas las habitaciones de hotel estaban ocupadas.

—Necesitas una habitación en algún sitio —suplicó—. O solo una cama, me da igual dónde.

“Bueno, tengo una habitación doble con un solo ocupante, un marino”, admitió el gerente, “y quizá esté encantado de compartir el gasto. Pero, a decir verdad, ronca tan fuerte que la gente de las habitaciones contiguas se ha quejado antes. No sé si te valdrá la pena”.

—No hay problema —le aseguró el cansado marine—. Me lo llevo.

A la mañana siguiente, el marine bajó a desayunar con los ojos brillantes y la cola llena de energía.

“¿Cómo dormiste?”, preguntó el gerente.

“Nunca mejor.”

El gerente quedó impresionado. “¿Entonces no hay problema con que el otro ronque?”

“No, lo callé en un instante”, dijo el marine.

“¿Cómo lo lograste?” preguntó el gerente.

“Ya estaba en la cama, roncando sin parar, cuando entré en la habitación”, explicó el marine. “Me acerqué, le di un beso en la mejilla y le dije:  ‘Buenas noches, preciosa’.  Se quedó despierto toda la noche observándome”.

Un hombre y su esposa se registran en un hotel.

El marido quiere tomar una copa en el bar, pero su mujer está muy cansada así que decide subir a su habitación a descansar.

Ella se acuesta en la cama cuando, de repente, un tren elevado pasa muy cerca de la ventana y sacude la habitación con tanta fuerza que sale despedida de la cama.

Pensando que debía ser una rareza, se vuelve a acostar. De nuevo, un tren sacude la habitación con tanta fuerza que cae al suelo. Exasperada, llama a recepción y pregunta por el gerente.

El gerente dice que subirá enseguida. El gerente se muestra escéptico, pero la esposa insiste en que la historia es cierta.

“Mira, acuéstate aquí en la cama y caerás al suelo”, le dice ella, y él se acuesta al lado de la esposa.

En ese momento entra el marido y dice: «¿Qué haces aquí?».

El gerente responde con calma: “¿Puedes creer que estoy esperando un tren?”

Una joven pareja se casó y se fue de luna de miel.

Después de dos semanas, regresaron y finalmente abrieron todos los regalos que habían recibido de amigos y familiares. Como era una casa nueva, el proceso llevó tiempo.

Una semana después, recibieron por correo dos entradas para un espectáculo muy popular. Estaban muy emocionados y conmovidos por el gesto del presentador. Sin embargo, dentro del sobre solo había un pequeño trozo de papel con una sola línea: “¿Adivina quién las envió?”.

La pareja se divirtió mucho intentando identificar al donante, pero no lo lograron. Fueron al teatro y lo pasaron de maravilla. Al regresar a casa, ya entrada la noche, aún intentando adivinar la identidad del desconocido, encontraron la casa despojada de todo objeto de valor.

Y sobre la mesa vacía del comedor había un trozo de papel en el que estaba escrito con la misma letra que el sobre con los billetes:  “¡Ahora ya lo sabes!”.

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